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Taxi.

  Cada que veía uno en la calle, era inevitable voltear a verlo con emoción, pensando en que en alguno de ellos iría él, mi padre. Mi padre tuvo muchos trabajos, me cuenta mi mamá tía (mi madre, para futuras referencias) que fue jala cables, contó chistes, se fue de gira con grupos, pizco café, desertó de la marina. Pero el más emotivo y el que yo mismo lo vi ejercer, fue el de taxista. El olor a gasolina era intenso, el aromatizante de fresita rosita que colgaba de la guantera lo aminoraba. un poco. Podía ver sin falla la guantera, ya que como todo buen Bocho taxi no llevaba el asiento del copiloto.  Un rosario colgando del retrovisor, una cajita con espacios para las monedas, las de cincuenta centavos, las de un peso, las de diez. Una cinta atravesaba de la manija al tablero, servía para cerrar la puerta de un jalón. El vidrio del retrovisor era un pequeño triángulo que se giraba para maniobrar el espejo, siempre me dio risa ese detalle. El sonido de la transmisión era rui...

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